El que fuera portero de la selección española, Real Madrid y Valencia, actual comentarista deportivo y piloto de rallies (casi nada), Santiago Cañizares, no tiene ningún título que le acredite como experto para hablar de deporte en familia, pero sí todos los elementos para ello. Es cinturón negro, hijo de una eminencia del judo, aunque terminó triunfando en el fútbol. Eso por la parte superior del árbol genealógico, por la inferior, nada más y nada menos que siete hijos que van desde los diecinueve años de la mayor a los tres de los más pequeños (fueron trillizos).
Como deportista profesional, ¿has inculcado a tus hijos el hacer deporte?
En casa sí se ven partidos de fútbol o cosas como las olimpiadas, pero yo no les he obligado a nada fuera de las actividades extraescolares. Su tiempo libre deben dedicarlo a algo que les apasione. Por ejemplo, Lucas ingresó muy joven en un equipo de fútbol -actualmente es portero en la cantera del Real Madrid-, la de diez años hace baile y la de seis va a empezar a hacer atletismo porque es lo que más le ha llamado la atención.
Yo lo que hago es intentar descubrir cuáles son sus pasiones. Considero que las actividades extraescolares deben de nacer de ellos porque de nada vale que lleves a un niño a algo que no le gusta ni le apasione. Al final, se aburren y lo dejan.
¿Juegas con ellos?
Con el que más con Lucas. Le ayudo para que haga la adaptación física durante la pretemporada y como cada vez va siendo más mayor, puede jugar al pádel cada vez con más nivel. Los otros son más pequeños, pero también vamos a andar en bicicleta o hacer senderismo, algún paseo por el campo...
¿Cómo es su relación con el deporte?
El que más relación ha tenido es Lucas al jugar en el infantil del Real Madrid. Está allí en una residencia y lleva ya dos años, aunque al principio no jugábamos mucho a fútbol. Él no quería que supiera que le gusbata porque un día entró al vestuario del Valencia, cuando yo jugaba, y vio cómo le pinchaban un antiinflamatorio a un jugador en el culo. Por eso escondía su pasión.
No jugábamos a fútbol mucho. Él no quería que supiera que le gustaba porque vio cómo le pinchaban un antiinflamantorio en el Valencia. Escondía su pasión.
Escribiste el libro '¡Papá, quiero ser futbolista!' con consejos paternales para educar a un hijo-potencial-'crack'. ¿Qué has aprendido en este tiempo?
A raíz de que mi hijo me dice que quiere jugar a fútbol, en el Alboraya Unión Deportiva, un equipo de Valencia, comienzo a acompañarle y a ir a los entrenamientos. Allí veo que el fútbol vuelve loco a los padres cuando un niño quiere ser futbolista y pierden la prudencia. Viendo las barbaridades que cometían, los comentarios, los comportamientos... decidí escribir un libro para contar mi experiencia como jugador y como padre.
¿Y qué es lo primero que le dirías a a esos padres?
Que mi hijo es un niño al que le gusta a jugar a fútbol como actividad. No es futbolista. Ni antes con diez ni ahora con catorce. Les pido prudencia. Que no exijan a sus hijos lo que ellos no han podido hacer.
¿De qué trata entonces?
De velar por la felicidad de su hijo. Ningún niño tiene necesidad de pasarlo mal. Se les debe exigir buen comportamiento, puntualidad, compañerismo, pero no hacer una canasta, un gol, una parada... eso forma parte del aprendizaje y el talento. No se puede condicionar el humor de una familia al resultado de un fin de semana. El niño es un chico con ilusiones al que le apasiona algo.
Se produce en el fútbol, pero ahora también en el karting desde que Fernando Alonso dijo que llevaba desde los tres años subido a un kart. Parece que si subimos a un niño a un kart desde pequeño, aunque sea a tortazos, va a ser piloto de Fórmula Uno.
¿Y qué le dices a tu hijo?
A mi hijo siempre he optado por tranquilizarlo en las victorias para que no se crea que ha conseguido nada y de animarlo en las derrotas. Parece al revés lo que sucede. Cuando se gana, tenemos un futbolista que nos va a sacar de los problemas y cuando pierde es un fracasado.